Cristina Silvente 12/02/2012
“Compartir la experiencia traumática con otros es condición indispensable para restituir la sensación de existencia de un mundo con sentido”, aseguraJudith Herman, para quien la curación del trauma necesita del reconocimiento y de la restitución por parte de la comunidad. Esto ya pasó con otros “traumas” en la historia de la humanidad, como los de guerra o los causados como consecuencia de la violencia contra las mujeres. Mientras se premiaba a los soldados cuando se sentían fatal tras volver de la guerra, se encontraba normal que un hombre pegara a su mujer, lo que entorpecía enormemente la posibilidad de recuperación. No fue hasta que empezó a reivindicarse el sufrimiento de estas personas cuando pudieron sentirse aliviadas. Cuando se reconoció el trauma, se luchó por una solución y por un alivio del mismo.
En el caso del parto, está ocurriendo lo mismo que con esos otros traumas. Está tan normalizado el sufrimiento que se niega. A las personas que han vivido malas experiencias en sus partos se las tilda de ilusas e ingenuas por querer algo perfecto y encima egoístas por no valorar a sus bebés; se les dice que tenían muchas expectativas respecto al nacimiento y se las anima a tirar hacia delante y olvidar. No ahondaremos en la influencia de las expectativas en el resultado. Sólo apuntar que cuando una persona tiene problemas en sus funciones digestivas, respiratorias, cardiovasculares no se les dice que tenían altas expectativas cuando expresan que se sienten mal. Simplemente, se dirige a su profesional de referencia, el digestivo, el neumólogo, otorrino o cardiólogo para solventarlo.
Pero ¿qué hacemos una vez ha pasado? ¿Qué nos puede ayudar?